jueves, 6 de febrero de 2014

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José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939 - 2014) Poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano, cuya cultura literaria y sensibilidad poética lo convirtieron en uno de los miembros más destacados de la llamada Generación del Medio Siglo. Estudió derecho y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y allí comenzó a colaborar con la revista Medio Siglo. Más tarde formó parte de la dirección del suplemento Ramas Nuevas de la revista Estaciones, junto a otro reconocido autor mexicano, Carlos Monsiváis, y de la redacción de la Revista de la UNAM. Fue asimismo jefe de redacción del suplemento México en la Cultura, en colaboración con Fernando Benítez. Profesor en varias universidades de México, Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, se dedicó también a la investigación en el Departamento de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); como resultado de esta labor de investigación y reconstrucción de la vida cultural mexicana de los siglos XIX y XX, publicó numerosas ediciones y antologías. Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán y ruso.

 EL FUEGO de José Emilio Pacheco
 En la madera que se resuelve en chispa y llamarada
 luego en silencio y humo que se pierde
miraste deshacerse con sigiloso estruendo tu vida
Y te preguntas si habrá dado calor
 si conoció alguna de las formas del fuego
si llegó a a perder e iluminar con su llama
De otra manera todo habrá sido en vano
Humo y ceniza no serán perdonados
pues no pudieron contra la oscuridad
 —tal leña que arde en una estancia desierta
 o en una cueva que sólo habitan los muertos.

 HORAS ALTAS de José Emilio Pacheco
 En esta hora fluvial hoy no es ayer
 y aún parece muy lejos la mañana
 Hay un azoro múltiple extrañeza de estar aquí
 de ser en un ahora tan feroz que ni siquiera tiene fecha

 EL SILENCIO de José Emilio Pacheco
 La silenciosa noche.
 Aquí en el bosque no distingo rumores, no,
 de ninguna especie.
 Los gusanos trabajan.
 Los pájaros de presa hacen lo suyo (seguramente).
 Pero no escucho nada.
 Sólo el silencio que da miedo.
Tan raro, tan raro,
tan escaso se ha vuelto en este mundo
 que ya nadie se acuerda como suena,
 ya nadie quiere estar consigo mismo un instante.

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